El arte de herrar consiste
en forjar y colocar las herraduras en los cascos y pezuñas de determinados
animales domésticos, para evitar el desgaste de la sustancia córnea de que
están constituidos, sin perjudicar los movimientos locomotores del animal.
Antiguamente el
movimiento del personal y el de mercancías se hacían exclusivamente utilizando
ganado caballar, mular o asnal, y todos los trabajos del campo, con esos mismos
animales o las clásicas yuntas de bueyes o vacas, según las costumbres y dureza
del terreno. Naturalmente el casco o pezuña de estos animales debía cuidarse y
protegerse con sumo cuidado. En consecuencia, la importancia del herrador y de
la herradura eran excepcionales.
La importancia del
herrado en Herrerías queda bien patente toda vez que cada pueblo disponía de su
potro o máquina de herrar. Algunos estaban en cobertizos y otros al aire libre.
El herrador visitaba estos establecimientos en los días y horas convenidos y allí
le esperaba la clientela con sus ganados. Tiene cierta similitud con las esperas
de las visitas médicas que hacemos en nuestro centro de salud, en Bielva.
Potro de herrar, anexo a la fragua de Bielva |
Se conoce que el
herrador de Casamaría y Cabanzón se desplazaba desde Panes y a mí, en la década
de los 90, me ha herrado un caballo Fidel Agüeros, el campanero de Quintanilla de
Lamasón, que tenía la fragua junto al río Tanea.
Centrándonos únicamente
en Cades, pensemos los cientos e incluso miles de toneladas de carbón vegetal
que hubo que trasladar en carros chillones desde el monte, donde se carboneaba,
hasta la ferrería. Pensemos en los miles de viajes que hubo que hacer desde el
ribero de Muñorrodero hasta la ferrería con el mineral de hierro que llegaba
desde Vizcaya. Imagínense las necesidades de herrado de todos los animales domésticos
que se utilizaban en las labores agrícolas del pueblo o para sacar la madera
del monte. Todo ese ganado utilizado en los procesos productivos debía cuidarse
convenientemente mediante el herrado periódico.
Los bueyes y las
vacas de tiro se herraban mediante unas placas metálicas de unos tres milímetros de espesor
de forma ovalada y previsto en uno de sus lados de una pestaña. Cada pezuña
tiene su forma característica al igual que también son diferentes las herraduras
de las manos y las de los pies. Esta herradura se llama callo y el modelo, por
llevar la pestaña, vizcaíno.
Herradura o callo, tipo vizcaíno, para el ganado vacuno |
Las herraduras del
ganado caballar, se tratan de unas bandas metálicas más o menos anchas y
largas, encorvadas en el sentido de su grosor en forma de arco o puente,
disponiendo de una serie de orificios cuadrados piramidales en la cara
inferior, destinados a recibir las cabezas de los clavos que han de sujetar las
herraduras a los cascos.
Herradura para ganado caballar usada |
Estas herraduras se
fabricaban en las fraguas que disponían de potros de herrar. El ejemplo más
claro es la de Bielva donde el herrero fabricaba las herraduras que necesitaba.
Aquellos potros de herrar que nos disponían de fragua, los herreros llevaban
juegos diversos para calzar el animal con la más apropiada.
Clavos de herrar |
En la siguiente
entrada iremos viendo cual es la situación del potro en cada pueblo y ver que
se puede hacer para conservar este importante patrimonio etnográfico.
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