La reproducción es
quizá el evento más importante en la vida de un ser vivo y que requiere más
energía, su éxito reproductivo determina su supervivencia como especie. Existe
un grupo de organismos que toda la energía acumulada durante su vida es
dirigida para una única y fatídica reproducción exitosa.
Dos de los estilos
reproductivos más comunes son la iteroparidad y la semelparidad.
La primera ocurre cuando un organismo se reproduce año con año, la transmisión
de la información genética se incrementa con cada apareamiento, si por alguna
razón las condiciones no favorecen la supervivencia de las crías un año, existe
una oportunidad el siguiente. Ejemplos de iteroparidad somos nosotros los seres
humanos. Por otra parte, existe la semelparidad, un tipo de reproducción poco
frecuente y radical.
La semelparidad es
una estrategia reproductiva en la que un organismo sólo se reproduce una vez y
muere después de hacerlo, por esta razón también se le denomina reproducción
suicida. La razón de que mueran los organismos es debido a un intenso
esfuerzo reproductivo y no una consecuencia de un sacrificio voluntario.
Pero ¿Por qué la
naturaleza permite un acto “cruel o de expiación” como el de dar la vida por
dejar descendencia? En primer lugar, la naturaleza no conoce este sentido de la
crueldad con sentido meramente humano y en segunda este tipo de estrategia se
ve influenciada por la supervivencia de los estados juvenil y adulto de los
organismos con el fin de crear el mayor número de eventos reproductivos.
Las plantas, por
ejemplo, adquieren energía del sol a través de la fotosíntesis, pero deben
gastar esta energía para crecer, mantener la salud y producir semillas ricas en
energía para producir la próxima generación. Todas las especies tienen un
presupuesto energético: deben equilibrar la ingesta de energía con su uso de
energía para el metabolismo, la reproducción y el almacenamiento de energía.
La imagen objeto del
título corresponde a un agave, también conocido como maguey, que es un
género de plantas suculentas, que en su desarrollo forman una especie de roseta
de hojas gruesas y carnosas denominadas pencas. La mayoría de especies llevan
incrustadas en los bordes de sus hojas unas espinas, al igual que en la punta
de la penca.
Son propias de climas áridos, sobresaliendo México con más de doscientas especies de agaves y posiblemente el país considerado origen de esta especie. Pueden vivir entre 5 y 70 años, de tal manera que cuando el árbol alcanza su madurez, de su centro surge una colosal fluorescencia de aproximadamente 6 metros de altura y unos 30 centímetros de diámetro, una de las flores más impresionantes en la naturaleza.
Como bien dices, la planta actúa automáticamente, sin consciencia de lo que hace; pero en su "suicidio" hay mucha "astucia": por una parte, la reproducción sexual asegura en su descendencia una diversidad que puede ser crucial si cambian las condiciones del medio (es decir, que es un factor evolutivo). Pero, por otra parte, el ágave que se "suicida" se ha asegurado una descendencia por medio de los clones que ha formado en su base durante sus muchos años de vida. "Nadar y guardar la ropa..."
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