El pasado día 7 murió Miguel Ángel
Campo. Deliberadamente he dejado pasar
unos días para que el dolor producido por esta pérdida inesperada -murió de un
infarto- no afectase a este recordatorio.
Para conocer a Miguel hay que situarlo
en el entorno de dónde provenía. Efectivamente los padres eran de Tresviso, un
pueblo aislado en los Picos de Europa hasta
bien avanzado la segunda mitad del siglo pasado y que cualquier gestión debía
hacerse a través de Urdón, en el desfiladero de la Hermida. Quiero decir que
los enfermos se bajaban en parihuelas hasta la carretera. Este aislamiento
propició relaciones endogámicas entre sus vecinos. Existían un par o tres de
apellidos que se repetían constantemente. De hecho los padres de Miguel eran
primos.
Además, Tresviso, precisamente por su
ubicación jugaba un papel fundamental en el apoyo a los integrantes de la
guerrilla -brigada Machado- donde algunos familiares de Miguel murieron
defendiendo la legalidad republicana y otros pudieron exiliarse en Francia. En
la década de los 40 se instaló en el pueblo un cuartel de la Guardia Civil para
combatirla. Aparte de controlar de forma diaria las despensas de las casas, se
hartaron de dar palizas a los vecinos, que les suponían auxiliadores o simpatizantes
de la guerrilla.
En esa situación sus padres deciden trasladarse
a vivir a Torrelavega, donde en 1947 nace Miguel. A pesar del traslado, su
padre era detenido con carácter preventivo cada vez que Franco visitaba Cantabria.
Así y todo Miguel conservaba muchos familiares en Tresviso: era primo del actual
alcalde socialista, Javier Campo, con el que tenía un parecido físico asombroso.
Parecían hermanos.
En este contexto se afilia muy pronto
al Partido Comunista de España- PCE- y en lo sindical a CCOO. Empieza a
trabajar en la fábrica de cables de Stándard Eléctrica, en Maliaño. Provenía de
la División de Instalaciones de la misma empresa. Por mi parte entré a trabajar
en la misma empresa, en 1972.
Recuerdo a Miguel en la
clandestinidad haciendo proselitismo para vincular gente a la comisión obrera,
cobrando cuotas del sindicato, ganando adeptos para la causa y organizando el
futuro sindicato. Nos presentamos a enlaces sindicales en las últimas
elecciones sindicales del vertical, en 1975, dentro de la
estrategia del PCE de infiltrase en ése órgano franquista. Hacíamos
reuniones clandestinas en pisos, algunas de ellas en mi antigua casa del grupo Miralmar.
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En la puerta de nuestra casa en Cades. Año 2006. La foto es de Manolo de Cos |
A partir de aquí ya solo he conocido
a Miguel haciendo sindicalismo en la empresa, bien en el comité de empresa o en
la sección sindical. Además fue miembro durante varios periodos congresuales de
la Comisión Ejecutiva de la Federación del Metal, del Consejo Federal del
Metal Estatal, miembro de la Ejecutiva y del Consejo de la
Unión Regional y por sus características -un hombre pausado, justo y ecuánime- formó
parte de las Comisiones Estatales de Garantías y Control de CCOO, una especie
de tribunales internos que interpretan los estatutos, en caso de conflictos
internos.
Standard Eléctrica, posteriormente
Alcatel, era una empresa con media docena de factorías repartidas por España,
que controlaba y dominaba la tecnología del sector de las comunicaciones a
nivel mundial. España y buena parte del continente Sudamericano deben su
desarrollo telefónico a esta empresa, ubicada en nuestro país. Trabajábamos en
ellas más de 20.000 personas.
A partir de la década de los 80, los
cambios tecnológicos en el sector eran tan profundos que podrían llevarse por
delante miles de trabajadores. Por ejemplo, en Maliaño, la llegada de la tecnología
de la fibra óptica significaba la desaparición de los cables coaxiales, los
interurbanos de cuadretes y los aislamientos del cobre mediante papel o pulpa de madera, así como las
cubiertas de plomo, que daban ocupación a cientos de trabajadores.
Afrontar estos problemas desde el
punto de vista sindical pasaban por escalonar la implantación de la tecnología,
asegurar inversiones industriales que garantizasen la continuidad de la
factoría, evitar despidos, reducir en número de excedentes, conseguir la
voluntariedad de los mismos y darles protección económica y social a los mismos.
Esto se conseguía con muchas movilizaciones y firmeza en la mesa de
negociaciones. Fueron tiempos difíciles que de forma intermitente duraron dos décadas.
Afortunadamente, Standard-Alcatel ha
sido cuna de buenos sindicalistas que afrontaron este proceso desde mi punto de
vista con éxito. Miguel, junto a otros
compañeros -incluida María, su mujer, que se movía sindicalmente entre más de
200 mujeres del departamento de cordones telefónicos, donde trabajaba- no
desfallecieron jamás.
Miguel sufrió la crisis del PCE de mitad de los 80, transitó al
lado de Santiago Carrillo por la Mesa de la Unidad de los Comunistas, hasta la
constitución del Partido de los Trabajadores. Precisamente el fracaso de este
último partido, en el que no fuimos capaces de llevar a Santiago al Parlamento
Europeo, se decidió su disolución y entrada en el PSOE. Yo acompañe este
proceso pero no entré al partido socialista hasta años más tarde, haciéndolo en
Madrid.
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En la parte alta. Mitín de Pedro Sánchez en Torrelavega del 13 de junio del pasado año |
Paradójicamente la faceta más publica
de Miguel en el PSOE de Cantabria, es la que menos conozco. Alcatel me envía a
Sudamérica en enero de 1996 y desde esa
fecha no volví a pisar la fábrica, ni a residir regularmente en Cantabria, hasta mediados
del pasado año, que volví de Colombia; he vivido fuera, en diversos países y en
Madrid.
Fue concejal en el Ayuntamiento de
Santander y sobre todo conociendo su capacidad de trabajo y su cabeza tan
ordenada -Miguel era un programador informático desde la década de los 70- estoy
seguro que habrá hecho grandes servicios al partido sobre todo en temas
organizativos.
Como nos decía María, cuando la
visitamos el pasado viernes, a Miguel muchos le echaremos demasiado de menos.