La memoria es un recuerdo, en este caso
individual, de las actividades económicas y agrarias vividas por un ciudadano y
volcadas hacia el presente, bien mediante relatos, testimonios orales, dibujos
o, como en este caso, en composiciones escultóricas que nos devuelven el
conocimiento de cómo éramos hace más de cincuenta años.
Isidoro
Sánchez en un ciudadano de Cades, donde nació y donde ha vivido una buena parte
de su vida. Inició su actividad talladora a los 21 años, mientras hacía el
servicio militar en el cuartel de Garellano, en Bilbao. Empezó haciendo cebillas en miniatura –collar de madera,
preferentemente de fresno, provisto de una palanca giratoria o llave para su
apertura y cierre de la misma, utilizada para amarrar el ganado en las cuadras-
para sumergirse, con el paso del tiempo, en tallas mucho más complejas.
Isidoro en la tarea |
Hasta que se incorporó al servicio militar ayudó en casa a su familia en las tareas agrícolas y ganaderas arraigadas en el valle del Nansa, propias de la mitad del siglo XX. Sabiendo que tiene 70 años, nos aventuramos a juzgar que Isidoro dispone de una memoria prodigiosa, pues lo que plasma en sus trabajos, únicamente lo ha conocido en esos años, antes de incorporarse al servicio militar en el año1969.
Isidoro
es un hombre austero, poco dado a las alharacas, donde a lo largo de su vida y
cuando ha podido ha cultivado ese hobby, consistente en esculpir en madera
composiciones de la vida rural, que él conoció, hace más de medio siglo. Su
jubilación anticipada le facilita su actividad.
El
legado que nos está dejando es un conjunto de composiciones escultóricas lo
suficiente explicitas para identificar en ellas útiles, herramientas, medios de
transporte, formas de trabajo, actividades agrarias, arquitecturas, vestimentas
y formas de vida, ya superadas y que son desconocidas por las poblaciones
urbanas de las ciudades e incluso entre los más jóvenes del medio rural.
Recientemente
preparando una exposición sobre el antiguo puente de madera de El Arrudo,
inaugurado a finales del siglo XIX, tuve que echar mano de las composiciones de
Isidoro, para saber cómo se sacaban los troncos del monte mediante esos originales carros llamados rabonas o, cómo era un taller de serrado y las
diferentes herramientas de un serrón,
donde se elaboraban las piezas que le dieron forma.
Taller de serrado de Isidoro |
Observemos atentamente este taller de serrado. Vemos sus formas, nos imaginamos sus dimensiones, el acceso a la parte alta, la colocación de la viga a serrar, la colocación de los serrones y todas sus herramientas: sierra de burro utilizándola, el tronzador, el hacho -hacha de dos bocas- y el hacha normal. Todas ellas están presentes.
Además observamos que ambos serrones calzan albarcas, aunque el de arriba las ha dejado a pie de escalera, y boina, atuendos característicos de la época. Disponen de un jamón y chorizos, sin duda productos de la matanza casera que, junto a la bota de vino, forman la trilogía para recuperar fuerzas en un oficio muy duro, propio de hombres bien formados. El viejo refrán decía:
Cierra la composición la presencia de un paraguas para guarecerse de algún chaparrón. El nombre de Morán alude al nombre de un serrón de Cades que tenía el taller como el de la maqueta, en mitad de la plaza del pueblo.
"A la sierra tocino
y al serrón mucho vino"
Cierra la composición la presencia de un paraguas para guarecerse de algún chaparrón. El nombre de Morán alude al nombre de un serrón de Cades que tenía el taller como el de la maqueta, en mitad de la plaza del pueblo.
Hay que recordar que hasta la década de los años 60 del siglo pasado, todas vigas, cabrios y tablazones para construir las viviendas rurales, al igual que decenas de miles de traviesas para el ferrocarril, fueron serradas en talleres como el de la composición.
Rabona arrastrando troncos de Isidoro |
La siguiente composición nos muestra el carro característico para estos menesteres llamado rabona. Es un carro chillón sin caja, que sirve para sacar los troncos del monte, tirado por una pareja de vacas tudancas, uncidas mediante un yugo del tipo vizcaíno. Los troncos son enganchados al carro mediante cadenas y cuñas metálicas. Son arrastrados, mientras el arrastrador, en albarcas, se coloca en la parte superior sobre un tablón para guardar el equilibrio, disponiendo en sus manos la maza con la que ha introducido las cuñas en los troncos. No falta el hacha como herramienta complementaria, el jamón, la bota de vino y dos cebillas, para desuncir las vacas de tiro, cuando sea necesario.
Ambos oficios muy arraigados en el valle del Nansa, están actualmente desaparecidos.
Dejando aparte la belleza estética de las composiciones, para esto es para lo que sirven las composiciones escultóricas del maestro
Isidoro. Para conocer nuestro pasado e interpretar cómo vivían nuestros ancestros.
Las gentes de bien y con sensibilidad, le debemos mucho.
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