Lo que se conoce como altillanura
colombiana, es en realidad lo que toda la vida se han llamado Los Llanos, que son extensas sabanas
planas que forman esa región colombo–venezolana, perteneciente a la cuenca del
Orinoco.
Los llanos tienen un ecosistema
especial y son donde se ubican las grandes haciendas ganaderas, en ambos
países, para la producción de carne mediante cebús. Estos animales se caracterizan por la presencia de cuernos
normalmente cortos, orejas caídas, joroba pronunciada sobre los hombros y
amplia papada. El pelaje es corto y de color claro, frecuentemente blanco y
uniforme, aunque en algunos individuos puede estar salpicado de manchas
pequeñas y oscuras. Esta raza es propia de las zonas tropicales.
Toro de raza cebú, al que le han cortado los cuernos |
Las haciendas en los llanos disponen
de miles de hectáreas para su ganado que puede oscilar entre varios cientos de
vacas hasta miles de ellas. La imagen típica de un llanero es un tipo que
siempre va a caballo y es experto en cuidar, andar, criar y conducir ganado por
las sabanas. Por tanto los llanos son la
despensa cárnica de ambos países.
Quizá la novela que mejor trate la
vida en los llanos sea la del venezolano Rómulo Gallegos, titulada Doña Barbará, escrita en 1929 y que ha
sido llevada a la televisión profusamente.
Llaneros agrupando el ganado. Observese en lontananza lo plano del terreno |
Otro de los cultivos industriales de
la altillanura son las plantaciones de palma de aceite o africana -Elaeis guineensis-. Esta oleaginosa que
ha llevado a Colombia al cuarto puesto productor de aceite de palma del mundo,
no podía faltar en la altillanura. Ver infografía del Departamento del Meta.
Infografía relativa a la palma de aceite en el Meta |
De esta palma, originaría de África
Occidental, se obtiene un aceite vegetal, de color rojizo, concretamente de su
mesocarpio, siendo útil para cocinar, para fabricar jabones, dentífricos y para
la producción de biodiesel.
Este cultivo industrial no tiene muy
buena prensa por el impacto ambiental que produce sus plantaciones, la perdida
de hábitats y deforestación del medio.
Plantación de palma africana |
Esto proyectos agroindustriales de la altillanura, no dejan de tener muchos problemas. De un lado, aunque el gobierno sostiene que en este territorio no hay campesinos, la verdad es que acogen a un buen numero de resguardos indígenas de las etnias Sikuani, Guahibos, Piapocos, Curripacos y otros, en el que viven miles de ellos y que tienen derechos adquiridos, desde tiempo ancestral, sobre los territorios que les circundan.
Mesocarpio de la palma de donde se extrae el aceite |
De otro lado, siendo Colombia un país
agrícola y ganadero, en lo que respecta a su agricultura gran parte de ella
se produce en la región andina, en zonas onduladas y montañosas, donde la productividad
no es elevada, pero que da trabajo y sustento a millones de campesinos. Su cultivo más característico como es el café, se planta en
altitudes superiores a los 1.500 metros. Al igual que otros cultivos importantes, incluidos los ilícitos –la hoja
de coca- que también se dan en altura y hay sembradas 185.000 hectáreas, actualmente.
La agricultura tradicional de Colombia tiene un carácter
social por los millones de empleos que genera, Sin embargo, los proyectos agroindustriales
apenas generan empleo y solo tienen acceso a los mismos el capital nacional y
el internacional. Digamos que se contraponen dos modelos de agricultura difícilmente
compatibles y allá donde el gobierno ponga más énfasis, en un modelo sobre el otro, surge los agravios. El sector primario colombiano es un sector muy activo en sus reivindicaciones.
Ello en un país donde el derecho a la
tierra ha sido el origen del conflicto y la guerra que ha durado 62 años y que
felizmente parece que está finalizando, a través de acuerdos de paz firmados entre
las fuerzas insurgentes y el Estado.